La tarde era un verdadero infierno. 35 grados de temperatura. Sin embargo, el ingenio y el color se impusieron ante el calor y el cansancio. Los manifestantes caminaron kilómetros. Era raro, porque se veían columnas ir y venir de un lado a otro de la Ciudad. Todos escapaban del calor, pero se encontraban con otros manifestantes. Las sonrisas, los bailes y los cánticos se multiplicaban y resonaron en cada rincón de la Ciudad. En fin, a continuación, mostramos algo de la protesta que se transformó en fiesta un domingo de verano en la Ciudad de la Furia.

Fotos: Pablo Martínez Sobrino

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