¡Con la educación pública no!

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El análisis del Gobierno sobre la marcha en apoyo a las universidades evidenció una subestimación grave por parte de Javier Milei, quizás uno de sus mayores errores hasta el momento en su corta trayectoria en el poder.

Es incierto si Milei llegó a esta conclusión por cuenta propia o influenciado por sus asesores. En otras ocasiones, el Presidente ha sorprendido con evaluaciones peculiares. Por ejemplo, consideró como una victoria el fracaso de la llamada ley ómnibus en Diputados, cuando se encaminaba hacia una aprobación parcial. Desde entonces, su gestión no ha logrado obtener el respaldo del Congreso, salvo en asuntos protocolares, como la designación de nuevos embajadores. Y ni siquiera eso ha sido fácil.

La movilización en defensa de las universidades y en rechazo a un ajuste presupuestario fue masiva y diversa, abarcando aspectos políticos y sociológicos. Decenas de miles de personas, con 150 mil en Buenos Aires según estimaciones conservadoras de la policía porteña, marcharon por las principales ciudades del país en defensa de la educación superior gratuita.

Si se tuviera que describir la composición social de la movilización, se destacaría su fuerte presencia de clase media. No fue una marcha sindical ni de movimientos sociales, dos sectores que han perdido credibilidad. Cualquiera que haya participado o seguido el evento por televisión habrá notado esta característica. Alumnos, docentes y graduados universitarios, en muchos casos acompañados por sus familias. La educación, especialmente la superior, ha sido un motor crucial de movilidad social ascendente y un orgullo para generaciones de argentinos.

Esta no es la primera vez que ocurre algo así. Hace dos décadas, durante el gobierno de Fernando de la Rúa, el entonces ministro de Economía, Ricardo López Murphy, intentó llevar a cabo un ajuste en el presupuesto educativo. Sin embargo, una movilización masiva sacó al ministro del Gobierno en menos de una semana. En retrospectiva, el recorte del 13% propuesto por el hoy diputado porteño hubiera sido razonable. Sin embargo, el ajuste se realizó meses después, fatalmente, a manos del mercado.

En su mensaje al país por cadena nacional el lunes, Milei reconoció el «esfuerzo heroico» y la «entereza» con la que los argentinos están soportando su política de duro ajuste fiscal. No podría estar más en lo correcto. Si ese acompañamiento no fuera suficiente, la multitud que se movilizó en defensa de un derecho consagrado en la Constitución Nacional lo hizo sin protagonizar ni el más mínimo incidente. Es la misma gente que está soportando una pérdida brutal del poder adquisitivo de sus salarios desde hace al menos seis años, una situación agravada especialmente hoy. La marcha, además de ser una de las más masivas de la historia reciente, fue ejemplar. Fue como una pradera seca, susceptible de prenderse ante el menor chispazo.

El Gobierno se aferró a elementos marginales de la convocatoria para desacreditarla. Las presencias de funcionarios del gobierno anterior y de dirigentes de organizaciones de derechos humanos en la tribuna, junto a los rectores de universidades nacionales, fueron en cierto sentido funcionales a la estrategia oficial. Sin embargo, no representan la movilización en su totalidad, y ellos mismos lo saben.

El Presidente ha hecho de la reducción del gasto público su objetivo principal. Esto fue celebrado como un logro en la cadena nacional del lunes. A pesar de ser necesario, una gestión no puede reducirse únicamente a eso. Milei debería revisar la cadena de responsabilidades en el ministerio del que depende la secretaría de Educación y definir una política que contemple a la comunidad educativa en su totalidad.

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